domingo, 19 de octubre de 2008

La perspicacia pir-lohense

Imaginemos un universo finito. El universo sería como el que en la actualidad conocemos, es decir, los planetas girarían formando órbitas debido a la fuerza gravitatoria, la fuerza eléctrica a pesar de tener mayor valor no tendría cabida ya que consideraríamos de un primer momento a los planetas y al resto del universo, neutros. Ahora bien, imaginemos una situación en la cual una parte muy sumamente ínfima del universo quedara aislada del resto. Esta parte del universo, sería de ficción, es decir, con seres y con una organización de todo su sistema diferente a la que conocemos hoy en día. En el resto del universo, siempre finito, los electrones de cada uno de los átomos se desprenderían de sus respectivos núcleos debido a una explosión de energía cuyo origen nos sería desconocido. La fuerza que hacía que los núcleos se mantuviesen estables (fuerza de atracción fuerte) desaparecería, debido a que al no haber electrones y por tanto desaparecer la fuerza culombiana entre ambas entidades, los protones se desprenderían y a largas distancias esta fuerza de atracción fuerte no tendría valor alguno. Así pues, esta parte del universo quedaría desintegrada totalmente, formando sustancias inestables entre líquidas y gaseosas.
Imaginemos que todas estas partículas, de alguna manera se dirigen hacia la zona aislada de manera progresiva, es decir, cuanto más cerca estén estas partículas mayor es la velocidad con la que se desplazan, ya que la distancia a su vez es menor.
La zona aislada llamada Pir-Loh, debido a sus avanzados instrumentos tecnológicos se cercioraría de la peligrosidad de la situación e idearía una solución. El problema sería que este choque de partículas hacia una zona la cual, digamos que estaría rodeada por una especie de superficie galáctica estable, quedaría destruida o se produciría en ella una catástrofe.
La zona galáctica Pir-Loh tenía, por tanto que actuar con rapidez, pero pronto dieron con la solución.
He aquí donde entra la famosa Ley de la Escala de nuestro amigo Galileo.
Está claro que se necesitaría en toda la superficie de Pir-Loh una especie de "escudo".
Así pues, idearon lo siguiente: Se dispusieron a hacer injertos de una especie de sustancia muy resistente a todo material, sobre todo al líquido y gaseoso. Estos injertos eran suministrados por unas poderosas sustancias biatómicas, las cuales los hacía crecer cada vez en mayor proporción. Su superficie aumentaba en una proporción de l2 y su volumen lo hacia en l3, así como su masa. Por tanto, cuanto mayor era su superficie, aún mayor era su volumen. Todos estas sustancias acabaron cubriendo toda la superficie de Pir-Loh, con la esperanza de que este invento pudiera soportar la fuerza que ejercerían las partículas al colisionar y que a la vez, el choque fuera estático, no elástico, de lo contrario, más adelante tendrían que volver a idear un nuevo plan, pero pensándolo bien, ¿Qué les importaba? Otros detrás llegarían y tendrían que utilizar sus neuronas para intentar igualar o superar a sus antecesores, porque de hecho, el plan funcionó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buff, más paranoia que física. Pero muy imaginativo, sí señor.